Con el objetivo de contribuir a concienciar sobre el papel que los profesionales sanitarios tienen en promover la mejora de las condiciones en que mueren las personas se celebró una mesa redonda sobre la Deontología al final de la vida, en el marco de las XI Jornadas de Comisiones Deontológicas de Colegios de Médicos. El punto de partida con el que se abrió el coloquio fue el capítulo 7 del Código Deontológico, dedicado, precisamente a este apartado. Sus intervinientes coincidieron en que la atención a las emociones del paciente terminal es clave en la calidad de los cuidados al final de la vida, y abogaron por dotar esta asistencia de más humanismo y menos «tecnociencia».
La mesa redonda estuvo moderada por Juan Antonio Garrido, miembro de la Comisión de Deontología del Colegio de Médicos de La Coruña, y contó con la participación de Irene Esperón, psicóloga clínica de la Unidad de Cuidados Paliativos del Complejo Hospitalario Universitario de Vigo; Marcos Gómez Sancho, presidente de la Comisión Central de Deontología de la OMC; y Miguel Ángel Ripoll, médico en el Centro de Salud Ávila Rural, quienes basaron su exposición en sus experiencias difundidas desde una perspectiva pedagógica.
El presidente de la Comisión Central de Deontología de la OMC comenzó su exposición con un repaso la labor realizada en los últimos años la Organización Médica Colegial sobre la atención al final de la vida, a través de un Grupo de Trabajo creado conjuntamente con la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL), entre los que cabe destacar:Declaración sobre atención médica al final de la vida (2002);Atencio?n me?dica al final de la vida. Conceptos (2002);Declaración sobre atención médica al final de la vida (2009);Atencio?n me?dica al final de la vida. Conceptos (2009); Declaración sobre cómo dar bien las malas noticias en Medicina (2010);Declaración sobre Ética de la sedación en la agonía (CCD 2009);Guía de la sedación paliativa (2012); Recomendaciones ante el Proyecto de Ley de Muerte Digna; dos cursos de Cuidados Paliativos en línea (FFOMC);Jornadas sobre atención al final de la vida desde la perspectiva humana, médica y jurídica (2012); y una serie de documentos sobre «Los Valores de la Medicina en la Investigación, en la Asistencia Sanitaria y en la Universidad» (2008).
A continuación comentó como los avances de la Medicina han influido en la atención al final de la vida, de tal forma que «se ha pasado del desahucio al enfermo terminal, a la obstinación terapéutica que, por lo general, aterroriza a los ciudadanos». De hecho, según datos de un estudio norteamericano al que se refirió el doctor Gómez Sancho, «más del 50% de los enfermos terminales murió en una Unidad de Medicina Intensiva con ventilación mecánica y con dolor moderado a intenso; a un 24% se le practicó un intento de resucitación cardiopulmonar; y un 55 por ciento, falleció con sonda de alimentación forzada.
Como recordó el presidente de la CCD, el Código Deontológico está en contra de este tipo de prácticas, tal como reza el artículo 36.2, según el cual: «el médico no deberá emprender o continuar acciones diagnósticaso terapéuticas sin esperanzade beneficios para el enfermo, inútiles u obstinadas.Ha de tener en cuentala voluntad explícita del pacientea rechazar dicho tratamientopara prolongar su vida.Cuando su estado no le permitatomar decisiones, tendrá en consideracióny valorará las indicaciones anteriormente hechasy la opinión de las personas vinculadas responsables».
Otro de los aspectos abordados por el doctor Gómez Sancho fue la «tanatofobia social» que embarga a la sociedad actual ante la muerte. «La muerte se ha convertido en la actualidad algo privado y clandestino, hay una tendencia a esconderla, la gente muere mayormente en los hospitales y después se la traslada a los tanatorios, ante el incremento de las dificultades de morir en el propio domicilio y la pérdida paulatina de costumbres como la de establecer el velatorio en la casa del fallecido», según expuso.
En este sentido, este experto señaló que cuando la sociedad retira todos los mecanismos informales que tiene para ayudar a la persona que atraviesa un dueloa superar esa pérdida, se corre el riesgo de que esta situación se transforme en enfermedades, es por ello que nos encontramos ante un problema de salud pública para el que se requiere la creación de «programas de atención en el duelo».
Por otra parte, se refirió a los posibles efectos que la crisis puede ocasionar sobre los cuidados paliativos, partiendo de los recortes que se están produciendo en todos los ámbitos de la asistencia sanitaria, y es en la etapa final en la que se origina una mayor demanda asistencia y consumo de recursos, ante lo cual, como afirmó, «nos da miedo que la eutanasia acabe abaratándose y desemboque en su legalización».
A este respecto, anunció una próxima reunión del Grupo de Atención al final de la Vida con el fin de impulsar junto con las autoridades sanitarias un Programa Nacional de Cuidados Paliativos con el fin de poder desarrollar al máximo este tipo de asistencia en toda España, y permita consolidar una buena red de servicios y formación de los profesionales ante una posible amenaza de legalización de la eutanasia. Y es que como afirmó, «la experiencia demuestra que cuanto mejor esté atendido y se le ofrece este tipo de cuidados paliativos, la demanda de eutanasia desciende considerablemente».
La psicóloga clínica Irene Esperón reflexionó, por su parte, sobrela comunicación como habilidad esencial para la excelencia en la práctica clínica. En este sentido, defendió que la comunicación se ha convertido en una habilidad esencial en la Medicina moderna, la cual ha de obedecer a unos principios bioéticos y establecerse dentro de un marco deontológico propio de la profesión. «Si en cualquier especialidad médica la comunicación es especialmente relevante, cuando se trata de la atención al final de la vida dicha comunicación adquiere una dimensión especial, puesto que los cuidados paliativos se desarrollan en un ámbito de vulnerabilidad humana extrema, donde las habilidades de comunicación han de ser exquisitamente excelentes con el fin de poder minimizar el sufrimiento de estos enfermos».
Una de las mejores armas terapéuticas, desde su punto de vista, es el equipo interdisciplinar en cuidados paliativos que permitan mirar al ser humano como «un poliedro con sus necesidades y con sus problemas».
Esperón, defendió, de esta forma, la importancia de «individualizar» la forma de tratar a los pacientes que están en la fase final de su vida. Además, abogó por enfocar la cuestión desde sus distintas caras, para lo que resulta fundamental la formación de equipos interdisciplinares, de modo que se atienda tanto a los aspectos propiamente médicos como a los piscológicos o a los sociales. Para lograr el correcto funcionamiento de este sistema, apostó por establecer un «lenguaje común» entre los distintos profesionales, y lamentó que no haya más formación y cultura en el ámbito del trabajo en equipo.
El doctor Miguel Angel Ripoll, disertó sobre los «conflictos éticos en la atención domiciliaria al final de la vida», una etapa en la que si bien las buenas prácticas médca no difieren en los distintos niveles asistenciales si tienen algunas peculiaridades. Estas buenas prácticas se concretan, en su opinión, en una buena relación médico-paciente, una adecuada comunicación e información, una adecuación de los procedimientos diagnósticos y terapéuticos al pronóstico y voluntad del paciente, un buen control del estado del enfermo, y un respeto a sus preferencias y valores, así como un correcto apoyo a la familia, entre otros.
En otro momento de su intervención aseguró que en el medio rural, donde él ejerce, aún es relativamente frecuente que los pacientes fallezcan en su propia casa. Sin embargo, como afirmó, «en los últimos cinco o diez años, la muerte se ha alejado del domicilio, porque los enfermos o sus familiares consideran, muchas veces que en él hay deficiencias para prestar atención al final de la vida».
Aseguró, además, que «el sistema sociosanitario precisa de cambios importantes para dar una respuesta adecuada a las necesidades y demandas de la población en el momento de fallecer».
Concluyó con la opinión de que «existe bastante margen de mejora en las condiciones en que mueren las personas, ante lo cual habría que ofertarse servicios de calidad tanto técnicos como humanos, adaptados a cada situación particular.
Fuente: MedicosyPacientes.com