Nuestro grupo de trabajo de espiritualidad comparte algunas reflexiones en torno a una entrevista, realizada por Gilles Bédard, a Kathleen Dowling Singh, doctora en un Hospice de Florida y autora del libro The Grace in Dying.
En su libro, The Grace in Dying , Kathleen Dowling Singh, reflexiona en torno a las profundas transformaciones psicológicas y espirituales experimentadas por pacientes al final de su vida, a medida que el proceso natural de la muerte los reconecta con el origen de su ser. Mientras la tradición médica occidental ha considerado a la muerte como un enemigo, la autora ofrece un camino de entendimiento más enriquecedor. La autora examina el fin de la vida teniendo en cuenta la psicología, la religión y la medicina.
Veamos algunos de los elementos clave de este libro, con palabras textuales de la autora:
- Psicología transpersonal: “La psicología transpersonal combina las perspectivas de la psicología evolutiva y profunda de occidente con las perspectivas de la psicología mística o espiritual, perfilada en las tradiciones sagradas de sabiduría del mundo. Es el estudio del sentido humano de identidad, a medida que se desarrolla desde la infancia hacia la madurez adulta, donde nos identificamos con el “yo” de nuestro ego y luego, hacia dimensiones de conciencia más allá del sentido personal del yo. A pesar de que cada uno de nosotros hacemos nuestro propio y completamente único viaje, la psicología transpersonal ofrece un mapa de huellas comúnmente reconocidas en este paisaje interno”.
- Morir no es fácil: “Generalmente hay sufrimiento físico, aunque eso ya no es una excusa. Siempre hay sufrimiento psicológico. Ninguno de nosotros quiere morir. Y el paso desde la tragedia que percibimos cuando escuchamos un diagnóstico terminal hacia la gracia experimentada al acercarnos al filo entre la vida y la muerte, es un paso difícil y solitario, hasta que alcanzamos el punto de Rendición”.
- Morir es seguro: “No importa cuan complicado es el tiempo de enfermedad, el tiempo de morir, en sí, es seguro. Las personas ya han entrado, en el curso de la transformación de la enfermedad terminal, en estado más profundo de conciencia y de una visión más amplia. Su ser ya se ha alejado de la periferia de la vida y se ha internado en el centro”.
- Morir es una oportunidad espiritual: “Morir es la más rica, hermosa y poderosa oportunidad espiritual de toda vida, sin importar si la persona que está muriendo alguna vez tuvo alguna práctica espiritual o si alguna vez se inclinó hacia alguna preferencia de Espíritu” “ (…) El momento de muerte para un ser humano es íntimo y breve. Se siente como si se hubiera abierto de golpe una ventana, revelando el resplandor de un espíritu fundamental omnipresente que siempre nos sostiene y nos ha sostenido, pero pareciera que simplemente lo hemos obviado en nuestra conciencia del día a día”.
- Morir es la experiencia de vida más transformadora, poderosa y espiritualmente enriquecedora: “(…) el sufrimiento psicológico de enfermedades terminales acecha a las personas perdidas del mundo como solían conocerlo y del sentido de yo, con el cual se habían identificado. En cierta forma, se puede decir que vivir con una enfermedad terminal es un proceso de en cual se va eliminando capa tras capa de quien creíamos ser y comenzamos a vivir un sentido de yo más real, más esencial y, en consecuencia, más amplio”.
Las personas que trabajan con personal al final de su vida, también experimentan una transformación: “En los últimos 6 años en el hospicio en Florida, he encontrado una gran belleza en el trabajo y considero este tiempo como uno de los períodos más transformadores de mi vida. Se vuelve muy difícil decir quién está “dando”, quién está “ayudando”, cuando se trabaja con personas que están muriendo. A pesar de que las instituciones para pacientes terminales aún tienen un largo camino en integrar las dimensiones espirituales de la muerte a práctica cotidiana del cuidado del fin de la vida, yo recomendaría hacerse voluntario en una de estas instituciones a cualquiera que desee una experiencia de vida más profunda”.
- Hay que estar completamente presentes: “A veces, escucho a personas que expresan temor al estar con enfermos terminales (…) no se trata tanto de decir o hacer nada… se trata de estar y de ofrecer el precioso don de nuestra atención (…) ofrecer la profundidad central de aquella presencia a la persona que está muriendo (…) estar completamente presente con alguien es participar en una conexión total que nos nutre a ambos.”.
- Morir permite la transcendencia: “He llegado a conceptualizar las etapas del proceso de muerte en sólo tres: Caos (todos los estado enunciados por Kübler-Ross, más algunas dinámicas profundamente internas involucradas con experimentar la separación y el profundo miedo que siempre acompaña la experiencia de separación), Rendición y Trascendencia (…) Veo personas que encuentran su “base espiritual” después de ese punto de rendición, relajándose en la gran paz natural como si las dimensiones de lo sagrado que comenzaban a llenar su conciencia fueran una hamaca en la cual podían recostarse, relajarse y experimentar gran seguridad y confort. Veo a personas que viven mientras mueren”.
- El proceso de muerte da la mejor lección de mi vida: “Morir me ha enseñado sobre el perdón, gratitud, paciencia, amor duradero y sobre la permanente presencia del Espíritu”.
- Tenemos miedo a morir porque hemos olvidado quienes somos: “Nuestro miedo a la muerte disminuye cuando “aprendemos a morir día a día,” cuando en la práctica de la meditación u oración contemplativa o en la práctica de la presencia de Dios morimos como este pequeño yo y entramos a una mayor vida, a una conciencia más profunda. Este “territorio desconocido” que encontramos en la muerte es el paisaje de nuestra alma en medio de la vida, como también en el abismo de la vida”.
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