Una persona que conozco bien hace unos meses me comentó que ibamos a atender a una buena amiga suya, joven, con hijos pequeños, una muy mala noticia, como casi todas las nuestras al principio. Ella conocía detalles de la enfermedad de su amiga que indicaban claramente que era un caso de fase paliativa altamente complejo, no sólo por lo clínico, sobre todo, por todo lo demás.
Hoy mi amiga me ha comunicado que ya no tendremos que atenderla, su amiga falleció hace poco en el hospital, tuvo tratamiento de quimioterapia paliativa, «muy paliativa» hasta hace una semana.
Nadie pensó que necesitaba cuidados paliativos, bueno, mi amiga sí lo sabía, pero ella es sólo su amiga.
Su marido está destrozado, no sabe cómo afrontarlo, no sabe qué contestar a sus hijos, no sabe cómo seguir… Nadie ha pensado en él y en sus hijos, los profesionales que han atendido a su esposa no atienden el duelo, ellos están sin duelo, mejor dicho, están sin ayuda para su duelo.
Hay mucho que hacer en el final de la vida de las personas que se nos van, mucho, también con los que se quedan. A esta paciente no le faltó ningún tratamiento posible, por muy costoso que fuera, ningún medio diagnóstico, tuvo toda la asistencia que necesitó, casi toda, nadie le dió el #derechoapaliativos.
Ahora atenderemos el duelo de los que se quedan, para que el sufrimiento no tenga la última palabra, al menos de los que se quedan.